Llegar a comprender que no hay ni principio ni fin,
solo un suceder de experiencias,
una tras otra,
en un bello y amoroso circuito de amor eterno.
Saberse a salvo por completo.
Observar con compasión infinita el resultado de tus experiencias
y a los seres implicados en ellas.
Observar desde otro ángulo todo el ciclo, en una sola escena,
henchido el corazón de amor…
Y de nuevo….
Echar de menos vivir.
Y entonces… volver a la vida.
Sumergirse en ella en zambudilla libre,
como el que se lanza al agua en alta mar,
buceando en profundidades desconocidas.
Volver a elegir.
Volver a elegir, como elige un niño ante un escaparate lleno de obsequios.
Y encontrártelos de nuevo… a ellos… a tus amados… a tus amadas…
En nuevos papeles, en nuevas relaciones, en un nuevo ciclo…
Sin principio, sin fin…
Una escena más de esta eterna experiencia.
(Emilio Carrillo)
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